viernes, setiembre 18, 2009


Los castigos

El último castigo que recibí fue hace unas horas. Todo por culpa de una profesora…
Estábamos ensayando para el play y una persona no se sabía una parte de sus líneas. Es que las repartieron ayer y él no se las sabía porque había faltado.
La profesora se enojó y nos dejó a todos sin P.E. Estuvimos practicando toda la hora para que saliera bien.
Primero nos molestamos, pero luego nos prometió que en una clase de Inglés íbamos a hacer PE. A todos nos gusta más PE porque corremos y nos movemos.


Una vez había un niño que se estaba portando mal y solamente por él hicieron que todo el salón se quedara sin recreo... en realidad eran tres o más que no se comportaron.
Nos pasamos todo el recreo sentados, mirándonos las caras en el salón.
En ese momento, nos sentimos muy molestos, porque todos los demás nos habíamos portado bien.

Estábamos en clase de Matemáticas cuando alguien tiró un lápiz a la pizarra. Nos dejaron sin recreo una semana. La autora nunca confesó y nosotros no dijimos nada para que no nos llamen “chismosos”.

Al final, siempre pagamos las culpas de unos pocos… sería mejor si cada uno se hace responsable de lo que hizo.

Creemos que los castigos no sirven porque nos enojamos y no aprendemos. Sería necesario que nos hablen con tranquilidad.

Pero… algunos chicos no hacen caso tampoco cuando les hablan bien ¿por qué será?

Paloma, Sebastián y Sergio

viernes, setiembre 26, 2008


¿Quedar rojo como un camarón?



Todos los que hemos tenido erisipela sabemos bien qué se siente. Los que no, pueden preguntárselo, pero no se sabe hasta que te sucede. La respuesta es sencilla y depende qué tanto puede doler y dónde.

Tener erisipela en la espalda es terrible. Peor si duermes boca arriba, los respaldares de las sillas son una tortura. Sientes como si la piel se te estuviera rompiendo. Muchas personas se ponen tomate para aliviar el dolor, pero no es chistoso oler a tuco.

Además de la espalda, las piernas son uno de los sitos más dolorosos cuando se broncea en exceso. Especialmente en la articulación de las rodillas. Te duele caminar, no se soporta. No puedes sentarte con las piernas cruzadas, no puede ni rozarte la falda, ni sueñes con usar jeans. Lo más “seguro” sería un short, pero quedar expuesto también puede ser doloroso… es todo un dilema.

En conclusión, es mejor protegerse porque el sol hace daño. Evita la erisipela, evita el dolor.

viernes, setiembre 19, 2008

Paren el mundo, me quiero bajar
Cuando de pronto te das cuenta de que el mundo gira más rápido de lo que debería, te das cuenta de que no todo marcha bien. Y es así como sucede siempre, aunque no queramos, no nos damos cuenta de que tan lindo es que todo este bien hasta que nos encontramos mal.

Durante más de tres meses estuve con un problema de la circulación y sentía que todo me daba vueltas. Hasta ese momento nunca me había dado cuenta de todos los beneficios que tiene estar bien: poder salir, caminar todo lo que quieras, leer, y hasta pequeñeces que no nos damos cuenta de cuanto disfrutamos hacerlas hasta que nos las prohíben. Es más, antes, habían veces que rogaba por enfermarme y faltar un día al colegio, a un examen, o a lo mejor a un día de Pachacamac.

Bueno, siempre me dijeron que uno no valora las cosas hasta que las pierda. Ahora digo, es verdad. Si bien cuando estaba sana no me daba cuenta de los beneficios que tenía estarlo, al perder todo eso lo único que quería hacer era decir: paren el mundo, me quiero bajar.
Maite Bustamante

viernes, setiembre 05, 2008


La hermana menor



Ser la hermana menor tiene muchísimas ventajas, pero también desventajas, háganme caso. Lo sé bien, ya que no tengo un hermano, sino dos. Los hermanos mayores son nuestros modelos, nos ayudan muchas veces con las tareas, aunque a veces no pueden entender que no nos salgan bien algunas, ¡como si naciéramos sabiendo todo! Tenemos a quién acudir cuando necesitamos algo en el colegio, pero no todos son beneficios.

No importa lo que uno pida, siempre te dicen engreída, no piensan que nosotros también tenemos necesidades. Uno tiene que aguantarse que estén molestos, ocupados, tristes y que el humor les cambie cada cinco minutos. Te critican todo el tiempo, porque comes mal, porque ves programas tontos, por tu modo de vestir. Se olvidan de que también fueron niños y les gustaban esas cosas.

Uno carga con su fama, aunque no se parezca en nada a ellos, Los profesores se confunden de nombre y tienen las mismas expectativas...Yo no soy mi hermano aunque a veces tener su apellido puede servir si es que era un chico “5”. Todo el tiempo la gente recuerda lo que ellos hicieron o dijeron, y te compara. No es nada fácil ser la menor...


Larissa Donayre

viernes, junio 27, 2008

Pasar la primera P. G.


La Prueba General fue una novedad en el 2005. Nunca habíamos tomado una prueba que abarcara todos los cursos y los temas del año. Otro punto que asustaba era que ningún profesor conocía qué preguntas iban a aparecer.
La prueba es hecha por especialistas que formulan preguntas. Diez preguntas de todo el año, ¿qué tal si lo único que no estudié aparece? Qué angustia.
Algunos se pusieron a estudiar como locos ya que pensaron que si no pasaban, sería el fin del mundo y adiós al verano. Yo no. No quiero decir que no me interesaba y que no estudié nada: repasé sin desesperarme, sin tratar de acordármelo todo, porque es imposible. La primera vez que hablaron de la prueba dijeron: “Es una nota más y afecta a una competencia. Tiene un peso especial pero no varía drásticamente las notas”. Si no es para tanto,: no me angustio, pensé.
Ese día todos estábamos nerviosos. Alguno hasta llevó agua de azahar. Había razones: estar en un diferente salón, tener que marcar una bolita perfecta en una tarjeta. Si no borro bien, ay Dios, tener unos tiempos exactísimos para tomar las pruebas, estar absolutamente callados, si no: quitan la prueba y fuiste, etc.
No sé si deba pensar después de todo que la P.G. no es cosa de otro mundo. Para mí lo fue, en ese momento. Cada uno lo siente de diferente manera. El que estudió y jaló qué frustración, el que se esforzó y sacó buena nota pero al final no le subió tanto en el informe, otra frustración. El que estudió y pasó: bacán. Cada uno la recuerda de diferente manera…
Martín Valencia
Es Halloween… pero ya tengo 15


Disfraces, dulces, quedarse despierto hasta tarde, entre otros muchos sustos y travesuras completan la diversión de Halloween. Planeábamos esa noche con semanas de anticipación. Pero esto no es eterno, y llega un momento en el que este tipo de celebraciones dejan de parecernos tan divertidas.
Crecemos. Empezamos a preferir hacer fiestas (o ir a ellas) y el día de brujas pierde importancia, o la gana, pero en otro sentido.
Por otro lado encontramos quienes, a nuestra edad, deciden dejar de lado esta celebración por considerarla demasiado extranjerizante y prefieren, con mucha razón, conmemorar el día de la canción criolla.
Sin embargo, no todos llegan a esta conclusión al mismo tiempo. A muchos les cuesta un poquito más dejar atrás esos momentos tan felices y, aunque no siempre lo admitan , les encantaría seguir celebrando este día por más tiempo.
Estas personas se pueden sentir avergonzadas, pero es normal. No crecemos al mismo ritmo.
Independientemente de la edad que tengamos, que no nos dé vergüenza divertirnos a nuestra manera en esta noche de brujas. Algunos se disfrazarán y pedirán dulces, otros verán películas de terror o irán a fiestas, lo importante es sentirse bien y disfrutar.

Constanza Aguilar
NO SOY DE AQUÍ NI SOY DE ALLÁ
Cuando algún extranjero llegaba a mi colegio, no me preocupaba de integrarlo ni mucho menos de ser su amiga. Nunca pensé en lo difícil que es tener que salir de tu país y adaptarte a otro. Pero hace un año y medio estoy viviendo en Perú y sigo adaptándome…
Cuando llegué no conocía a nadie, no salía de mi casa, lo único que quería era subirme a un avión y regresar … hasta que empezó el colegio. Allí me daba vergüenza hablar en voz alta porque creía que me dirían algo desagradable por ser extranjera y, sobre todo, por ser chilena. Me costó acostumbrarme a las palabras que se usan acá. Si bien somos países vecinos, algunas tenían significados totalmente distintos a los que conocía.
Se extrañan muchas cosas, pero lo que uno más añora es la familia y los amigos que poco a poco, con el paso del tiempo, se van distanciando. Uno siente que no tiene raíces. La vida cambia, los hábitos y las costumbres también, se extraña saber adónde ir y cómo llegar a cualquier lado, porque uno se vuelve dependiente e inseguro.
No es fácil sentirse “afuera” e intentar adaptarse a un nuevo país, hacer lo que sea porque no noten que estás recién llegada. De otro lado, los lazos con el propio país se van perdiendo, junto con las ganas de regresar. La gente de acá se da cuenta en seguida de que soy de otro lugar, en mi país me dicen que he perdido mi acento y que ya soy una extranjera ahí…
Parece que es cierto eso que escuché en una canción: “Decir adiós, es crecer”…

Constanza Aguilar
¿Qué se siente ser la hija de un alcalde?


Blah conversó con Viviana Sánchez Aizcorbe, compañera de 8ºB e hija del flamante alcalde de La Victoria. Ella nos contó:
Me alegró y me preocupó saber que mi papá iba a ser candidato. Me enteré cuando ya lo habían planeado todo y me preocupó porque a muchos candidatos les hacen una contracampaña sucia. Me preocupaba ver a mi papá nervioso.
El día de las elecciones fuimos a casa de mi tía para ver el flash de resultados y los conteos, que al principio eran negativos pues lo ubicaban en segundo lugar. Después, vimos otras encuestas en las que él iba a la cabeza. Nos alegramos cuando el conteo rápido empezó a mostrar que había ganado. En la noche, fuimos al local de campaña y comprobamos que había ganado.
Espero que mi papá logre hacer todo lo que prometió y más. Confío en que esto pase, ya que no ha hecho promesas imposibles. Para la propuesta base de su campaña, ya están los recursos disponibles.
Entrevistó Alejandra Napurí

viernes, setiembre 21, 2007



¿Qué se siente… decir que sí por presión?

Muchas veces, decir “no” se convierte en una misión casi imposible cuando nos presionan. Nos “arrochamos” frente a las miradas del grupo y a veces sufrimos consecuencias inolvidables.
Conversamos con Claudia Hernández y nos contó una anécdota. Algo inesperado surge de sus recuerdos… comienza el vals.
Ella tenía dieciséis años cuando, en una gran reunión familiar, un tío de su enamorado la sacó a bailar. El tío era de los fiesteros y bailarines y no se le pudo ocurrir una mejor idea que sacar a bailar a la enamorada del sobrino favorito de las cincuenta tías presentes. “Por supuesto que decir ‘no’ hubiese sido el gran roche” comenta Claudia. “Sobre todo con todos mirándome.”

Comenzó a bailar. Para colmo, era un vals criollo. Claudia se dio cuenta de que, por más que lo intentaba, no podía hacer nada con ese tipo de música y menos en esas condiciones. Parada ahí pensaba cómo estarían rajando de ella. Estaba avergonzadísima.
“Nunca aprendí a bailar vals” dice Claudia, y continúa contándonos que a partir de ese punto, se propuso a evitarlo diciendo ‘no’ cada vez que podía.


Alejandra Napurí





¿Qué se siente… tocar en público?

Al tocar en público la primera vez tienes muchas sensaciones al mismo tiempo y no sabes qué pensar. Extasiado, muy emocionado, no puedes parar de moverte. Cuando sales al escenario, con las luces, te quedas congelado por un segundo; viendo las caras en el público, te están mirando, tocas para ellos, es como un diálogo. Es mejor si te enfrentas a un grupo comprensivo, animado y divertido.
A veces cuando te equivocas en alguna nota, la gente no llega a darse cuenta del todo, porque no paras de tocar y disimulas, consideran que le quisiste hacer un arreglo propio a la canción. Esto es muy cómico desde el punto de vista del músico. Si supieran...
Como cualquier persona, después de hacer algo que le gusta, le apasiona y le entusiasma, sientes la necesidad de hacerlo de nuevo una y otra vez, nunca dejarlo. La sensación es sublime, una catarsis, un desfogue, lo máximo.
El público influye mucho. Sin la gente no se podría sentir la alegría de ver que a otros les gusta lo que haces. Compartir eso es invalorable y muy difícil de traducir en palabras. Simplemente es inexplicable.
Rodrigo Málaga



viernes, junio 29, 2007
















¿Qué se siente … no saber qué escribir ?

Muchas personas tienen momentos en los que las palabras no fluyen, no quieren salir de nuestras mentes a través de los dedos, al teclado y a la pantalla. Las hojas blancas suelen causar una sensación de vértigo, difícil de aguantar.
Son muchos sentimientos juntos, pero al no saber qué escribir lo único que no sientes es alivio. Hay mucha presión en la atmósfera. Todos saben qué redactar, qué comentar, y tu mente está en blanco. No tienes razón de ser en un lugar donde todos tipean a toda velocidad y tú ves un documento de Word abierto, todavía en blanco.
Hay un horrendo sonido en la sala de cómputo. Ese ruido espantoso, ese tiqui tiqui, es el teclado. Cada persona, excepto tú está formando parte de ese ruido. Por más que lo intentas, no pasa nada, los pensamientos que surgen en tu cabeza no tienen nada que ver con la actividad
que estamos haciendo… y la hoja sigue en blanco. Ves la hora cada segundo. Todos están terminando y tu hoja... sigue en blanco. Tratas de pensar ¿qué escribir?
No hay manera de redactar algo coherente. Quedan cinco minutos. Te desesperas. No sabes qué ver, miras tu pantalla, está completamente vacía. Se te ocurre una idea salvadora, ¿cuál es?: ¡Escribir sobre qué se siente no saber qué escribir!
Alejandra Napurí